miércoles, 20 de noviembre de 2024

CUANTAS VECES HE DE ARRODILLARME Y REZAR




 No estamos en los principios, ni en los finales,

aquí sentados en nuestra nube observando el tiempo,

y ese reloj que mueve sus agujas sin piedad,

cada segundo pasa en un goteo imparable hacia el olvido,

y los segundos van clavando en la tierra sus garras como buitres alados,

Llevándose la esperanza y dejando el hoy con dolor.


Hoy como ayer el pez grande se come al pequeño,

y cuantas veces he de arrodillarme y rezar para que algo cambie,

el sol de esta mañana llega con retraso,

el llanto de la desesperación recorre las calles,

a lo lejos siguen sonando las sirenas y se oyen gritos de dolor,

mientras en cada rincón se percibe el olor a muerte.


La vida ya no tiene valor para algunos,

todo pasa a ser un negocio, de armas, de petróleo,

la muerte se ha instalado en el alma de los hombres,

y el demonio vuelve a recorrer la tierra sin que nadie haga algo,

mientras miles de inocentes mueren segados por la guadaña,

víctimas del odio, el fanatismo y la sin razón.


Los hombres destruyen a los hombres,

Llevándose por delante todo a su paso,

sin distinción de ancianos, niños y mujeres,

todo da igual, ya nada importa a los que manejan los hilos,

nos les importa mirar para otro lado sin escrúpulos,

la tierra les pertenece, y la vida de otras personas les es indiferente.


Malditas guerras y malditos aquellos,

que coleccionan almas asesinadas por hacerse más ricos,

malditas guerras y malditos aquellos,

que entierran la paz en fosas comunes de miles de inocentes,

que lo único que quieren es vivir en paz su vida,

y tener un trozo de pan cada día que llevarse a la boca.


No estamos en los principios, ni en los finales,

aquí sentados en nuestra nube observando el tiempo,

y ese reloj que mueve sus agujas sin piedad,

cada segundo pasa en un goteo imparable hacia el olvido,

y los segundos van clavando en la tierra sus garras como buitres alados,

Llevándose la esperanza y dejando el hoy con dolor.


Cuantos más han de morir,

para que los señores que mandan sacien su sed de sangre.

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