En constante movimiento
Baja el río de los ángeles,
Y desde fondo del lecho,
Entre platas y verdes,
Busca el agua, su ansiada libertad.
Una villa y un pueblo,
Inerte al paso del agua y del tiempo,
Observo e imagino las huellas del peregrino,
Que van haciendo y han hecho camino,
Desde un pasado glorioso.
Mirando la vida en este instante preciso,
Me dejo arrastrar por la corriente,
Río abajo para conocer otros pueblos,
Para conocer otros lugares,
Para conocer a otras gentes,
Que den emociones fuertes a mi intranquilo corazón.
Dejo volar a mi alma,
Más allá, más lejos,
Y desde la pesquera de arriba,
Hasta los verdes prados, río abajo,
Recuerdo cada molino, cada charco,
Donde solía bañarme con mi padre cuando era niño.
Recuerdo en el charco de los guardias,
A mi abuela y a mi madre lavando la ropa,
El charco del hoyon y la máquina,
Y el chiringuito al lado del puente de mi tío Esteban.
Tantos buenos recuerdos,
Tantas fuertes emociones,
Y hoy siendo ya un poco más viejo,
No desandaría el camino, hoy de nada me arrepiento,
a veces vuelvo a este puente y me dejo arrastrar,
Y vuelvo a ser aquel niño, que siempre quiso soñar,
Y vuelvo a ser aquel niño, que siempre quiso volar.
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