Llego mayo, otro año más,
y en esta noche de insomnio,
no sé si escribir a Dios o al demonio,
jugando de nuevo a alzar maldito,
que va escribiendo lo que siempre escribo.
El tiempo es una máquina imparable,
que va dejando en la memoria y el recuerdo,
millones de heridas y millones cicatrices,
y algunas perdidas importantes en el amor,
y va socavando todo aquello que era perfecto,
dejando el alma y el corazón en los huesos.
Otro año más que va camino de su ocaso,
y en estos años cumplidos esperando ser más sabio,
sigo siendo aquel necio del principio,
que quería ser mayor, cuando era niño,
y que hoy ve claro su error.
Otra noche más en soledad,
con música de fondo,
dejándome arrastrar hasta lo más profundo de mi mar,
con la respiración cortada por el anhelo,
que me produce la ausencia de tantas personas que recuerdo,
y que ya jamás volveré a ver de nuevo.
Hoy sentado frente a este ordenador,
en esta noche sin sentido, con mi vista fija,
miro como hipnotizado las agujas de un reloj,
y me dejo arrastrar por la nostalgia,
con Ricardo Arjona de fondo susurrando a mis sentidos.
Otro año más que va camino de su ocaso,
y en estos años cumplidos esperando ser más sabio,
sigo siendo aquel necio del principio,
que quería ser mayor, cuando era niño,
y que hoy ve claro su error.
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