Nunca ha habido nada,
como aquellas tardes de invierno,
todos al rededor de la lumbre,
contando historias de aquellos,
que venían de otros lugares,
de visita a nuestro pueblo.
Con la chacina colgada,
y la tinaja junto al fuego,
el pote para la bolsa de agua,
escuchando el chisporrotear de los leños,
el viento sopla con fuerza fuera,
golpeando fuerte contra el albero.
La tarde pasa lenta,
como si se congelara el tiempo,
la plaza grande está vacía,
estamos aún a lunes y hasta el jueves no hay puestos,
el pueblo está solitario, como si estuviera desierto.
Dice de repente mi padre, sin venir a cuento,
os acordáis de los titiriteros,
de las volanderas grandes al lado del colegio,
del enfado que cogió Don Tomás el curandero,
cuando quiso subir a su hijo y le dijeron no sin dinero.
Aquella tarde nos echamos unas risas,
no hay nada como aquellos tiempos,
todos al rededor de la lumbre,
con mi padre, mi madre, mi abuela y mi abuelo,
estaban también mi tía Lady y mi tío Carlo el churrero,
aquellas tardes de matanza, aquellas tardes de invierno.
No hay comentarios:
Publicar un comentario