Era una noche negra, negra y con muy mala baba, Llovía como nunca había llovido, y los arroyos corrían como si no hubiera un mañana. Bajaba el arroyo de la tamborilera, de un lado a otro rebosando de agua, haciendo tanto ruido como si del infierno se tratara, Llevándose todo a su paso sin que nada lo parara. Jose y dos jornaleros que en el lagar trabajaban, ajenos a la desdicha que el destino les preparaba, estaban moliendo las aceitunas para hacer la masa, y así sacar el oro líquido que de su corazón brotaba. La pared de la presa rezumaba y se curvaba, Y en un momento sin previo por el centro reventaba, Jose saltó y subió por los rulos antes de que la corriente lo arrastrara, y subió al tejado antes de que este se derrumbara, y salto al prado de al lado, para salvar su vida. Otro compañero, el tejado lo enterraba, y a otro la corriente arroyo abajo lo arrastraba, Jose dio el aviso, en el pueblo dio la alarma, bajo la guardia civil y mucha gente corriendo, y vieron al perro del enterrado que a su lado ladraba. Al día siguiente al otro compañero encontraban, ya el hombre sin vida al lado del huerto de la tía Juana, desde entonces el lagar hundido lo llaman, el lagar hundido de una noche nefasta, que en Casar de Palomero su leyenda es recordada. Era una noche negra, negra y con muy mala baba, Llovía como nunca había llovido, y los arroyos corrían como si no hubiera un mañana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario