Aquí en estos bancales desde lo alto veo mi pueblo,
la basílica que según dicen una vez fue sinagoga,
la iglesia del espíritu santo con su campanario viejo,
y los nichos del campo santo donde descansan mis abuelos,
aquí desde lo alto veo mi villa, Casar de palomero.
Aquí estoy quebrándome la espalda plantando cerezos,
ganando con el sudor de mi frente cuatro reales,
y así llevar a mi casa un poco de dinero,
para que no falte de nada en la mesa cada día,
y para que mi hijo pueda estudiar en el colegio.
Aquí estoy desde el primer lucero,
desde esta mañana temprano hasta que el sol de su último destello,
pues la tarea es muy grande y se hace corto el tiempo,
sin poder parar nada más que a comer haciendo agujeros,
para poder plantar los árboles que en el futuro darán sustento.
Ya es la hora del almuerzo,
voy a ver que me ha echado mi mujer para ello,
la bota de vino de pitarra que no falte, nadie me quita a mí eso,
ni farinatos, ni tocino, ni chorizo y un trozo de queso,
con el pan que hace la señora Nati y el señor José que son panaderos.
Ya apenas si veo, se termina la tarea,
es hora de recoger todo y regresar de nuevo al pueblo,
hay que volver a casa, ver a mi mujer e ir a echar un vistazo al huerto,
luego subir y darle un abrazo a mi hijo y cenar con ellos,
y después ducharme con la regadera y descansar para el día nuevo.
Aquí en estos bancales desde lo alto veo mi pueblo,
la basílica que según dicen una vez fue sinagoga,
la iglesia del espíritu santo con su campanario viejo,
y los nichos del Campo Santo donde descansan mis abuelos,
aquí desde lo alto veo mi villa, Casar de palomero.
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