Y a mis cincuenta y pico,
me estoy empezando por fin a conocer,
y que decir de mi mismo, que a veces estoy,
entre la espada y la pared,
mandándome sin querer al olvido,
entre tu miel y tu hiel, entre tu piel y mi piel,
a la mitad de mi camino.
Y a mis cincuenta y pico,
me da igual que me da lo mismo,
ser o no ser, querer o no querer,
prefiero estar a estas horas conmigo,
latiendo en mi mismo latido,
saltando al vacío más vació,
entre la soledad y el hastío.
Y a mis cincuenta y pico,
ya empieza hacer un poco de frío,
y entre frase y pensamiento me rio,
no solo por reír, a no ser que sea de mi mismo,
con el cuerpo herido después de herir,
recordando el pasado, mirando con recelo el futuro,
lleno de arrugas y con alguna cicatriz.
Y a mis cincuenta y pico,
que el olvido me mando al olvido,
que quisiera ser lo que fue,
me pillo el invierno sin abrigo,
apenas con un solo jersey,
con la humedad clavada hasta los huesos,
tiritando desde que el hoy se hizo ayer,
y el ayer se convirtió en mi enemigo.
Y a mis cincuenta y pico,
me estoy empezando por fin a conocer,
y que decir de mi mismo, que a veces estoy,
entre la espada y la pared,
mandándome sin querer al olvido,
entre tu miel y tu hiel, entre tu piel y mi piel,
a la mitad de mi camino.
Y a mis cincuenta y pico,
he vuelto a ver el amanecer,
ayer el atardecer, me pillo dormido,
la muerte jugo conmigo al ajedrez,
sin decirme nada, sin aviso,
me encontré en el suelo entre el silencio y el olvido,
pero la vida me tendió la mano y me hizo un último guiño.
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