No sé en qué momento, ni en que hora coincidimos,
en que noche salvaje, ni en que cielo,
no sé si ardimos en las brasas del infierno,
o si nos devoró la pasión y el deseo,
pues aunque mi mente es frágil, sé que tú y yo,
compartimos un latido.
No sé qué verdades nos habitan,
ni si aún quedan brasas de ese fuego,
si la verdad incómoda aún se precipita,
cayendo del abismo hasta el suelo,
en un salto mortal hacia adelante,
para huir de lo que sientes, de lo que siento.
De nada sirve mirar hacia otro lado,
intentando levantar de nuevo el vuelo,
con los pies encadenados por el corazón traicionero,
que asesina sin medida por la espalda a la razón,
de dos locos solitarios que jugaron al juego del amor,
y caminan sin rumbo fijo por el desierto.
Espérame al otro lado del destino,
ese lado donde te espere yo,
y andemos del nuevo el camino,
sin tabúes, sin reproches y sin condición,
siendo de nuevo infinito, siendo de nuevo canción,
tú en mi mundo y yo en el tuyo,
en una misma alma, en un mismo corazón.
No sé en qué momento, ni en que hora coincidimos,
en que noche salvaje, ni en que cielo,
no sé si ardimos en las brasas del infierno,
o si nos devoró la pasión y el deseo,
pues aunque mi mente es frágil,
sé que tú y yo, compartimos un latido.
Emocionante, cuanto sentimiento.
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