Recogió sus cosas y se dispuso a viajar,
miro al horizonte y lo llamo libertad,
y aquella noche en plena oscuridad,
empezó andar y empezó a soñar,
con un mundo nuevo, con una oportunidad,
y con vivir sin miedo el mañana.
En la mañana miro al sol y sonrió,
ya estaba al lado del mar,
se arrodilló en la playa y miro al cielo,
y por primera vez en su vida sintió paz,
y le dijo a su dios ayúdame señor.
Lloro como si fuera un niño,
y miro al infinito que divide agua y cielo,
hay estaba su lugar para ser feliz y cumplir su sueño,
solo el mar lo separaba de tan ansiada meta,
y de conseguir una vida mejor.
Cargo lo poco que tenía en aquel cayuco,
y junto a treinta y nueve personas más se dispuso a volar,
dejo atrás las cadenas que por haber nacido donde nació,
le había puesto el destino, le había puesto la vida,
y por primera vez se permitió sentir alegría, y suspiro.
Hoy las noticias abren con un trágico suceso,
un cayuco lleno de personas se hundió,
y esas personas que tenían nombre y apellidos,
hoy solo son números en una estadística tenebrosa de muertos,
hoy cuarenta sueños murieron en el Mar Mediterráneo,
mientras el mundo incivilizado miraba hacia otro lado.
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