Desde el día que nació soñaba,
soñaba con capturar una nube,
y subido en ella volar más allá,
para traer un regalo a su madre,
una estrella fugaz o la luna.
Ese día se levantó como siempre,
dio un beso a su abuela y desayuno,
sus padres habían ido a trabajar,
cogió una cuerda muy larga de un cajón,
y se fue a la orilla del lago y se montó en su barca,
y remo hasta la mitad, hasta lo más profundo.
Pensó que ya era la hora,
y con una sonrisa en su cara,
hizo un lazo enorme y espero con paciencia,
y cuando una nube solitaria se acercó,
lanzó su cuerda hacia arriba,
y la enlazo en su primer intento.
El niño miró a la nube y la dijo ya eres mía,
la nube lo miró y le dijo si me quitas la libertad,
no podre llevar el agua a los campos,
y no crecerá nada en ellos, ni habrá comida,
el mundo morirá de hambre y no habrá trabajo.
El niño la volvió a mirar y la pregunto,
porque intentas mentirme si todo crece solo,
la nube le dijo; conoces a la lluvia?
El niño dijo si tímidamente y con miedo,
pues la lluvia es mi hija y sin mi no existiría.
El niño pensó en sus padres y en sus abuelos,
y entendió que si capturaba a la nube todo estaría muerto,
la vida jamas seria la misma, nada seria igual,
los ríos no existirían y aquel lago tampoco,
no habría plantas, ni árboles, ni tampoco su perro Tobias.
El niño miró a la nube y la desato,
la nube lo miró y le dio un abrazo,
desde entonces el niño y la nube quedan cada día,
y en el medio del lago la nube le cuenta mil cuentos,
que ha aprendido viajando por el mundo.
Cada día si miras atentamente,
en la mitad de un lago los puedes ver,
al niño con una sonrisa enorme en la cara,
y a la nube hablando con pasión de sus viajes,
y a ambos pasando sin prisa la tarde.
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