Cada vez que me miro al espejo,
veo al niño que contempla su pueblo,
y desde lo alto de la montaña,
sueña con ser un día marinero,
para recorrer el mundo entero,
navegando por todos sus mares.
En esta noche de lagrimas,
los Ángeles lloran para dar vida,
a la fuente antigua de agua pura,
en la que de niño bebía para calmar la sed,
y en verano me sentaba buscando su frescor y su sombra.
Y vuelvo aquel lugar mágico,
que me vio dar mis primeros pasos,
a las risas inocentes de los niños,
a la escuela de la fachada blanca,
y aquel campo de fútbol con sus porterías de palo.
Y vuelvo a escuchar la voz de Don Jesús,
intentando en vano enseñarme Francés,
en aquellas clases de viernes interminables,
en las que estaba deseando que llegara la hora de salir,
para disfrutar del fin de semana como si no hubiera un ayer,
como si no fuera a llegar un mañana.
Y ahora cuando vuelvo a mi pueblo,
vuelvo aquella fuente antigua de agua cristalina y bebo,
y vuelvo a ser niño, y vuelvo a ser recuerdo,
pero ahora cuando me miro al espejo veo al hombre que soy hoy,
y vuelvo a recorrer con mi memoria y sueño,
con ser de nuevo aquel niño que soñaba con viajar y ser marinero.
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