En qué cajón te dejo,
mis mañanas de enero,
y mis noches de abril,
el susurro callado del pecado,
y el amor que te jure sin fin.
En qué cajón te dejo,
este corazón que amo,
y los clavos de su cruz,
el reloj que se paró,
y el verbo que se negó a maldecir.
En qué cajón te dejo,
la mitad del alma que era una,
y se negó a partir conmigo,
las fotos en blanco y negro,
y las tardes vividas a tu orden, a tu antojo.
En qué cajón te dejo,
las cuerdas de esta marioneta,
que se libró de sus cadenas,
y que se negó a seguir atada,
a tu cuerpo y a tu vida.
En qué cajón te dejo,
mi derrota y mi devoción,
mis lagrimas perdidas en un rincón,
las noches frías de tu ausencia,
la melancolía y tus promesas.
En qué cajón te dejo,
la decepción y mi verdad,
el respeto que no merecías,
la tristeza y la soledad,
tus excusas y tu maldad.
En qué cajón te dejo,
mis mañanas de enero,
y mis noches de abril,
el susurro callado del pecado,
y el amor que te jure sin fin.