Cada noche me pierdo en el infinito de una estrella,
y en las profundas y oscuras aguas de mis recuerdos,
en el latido incesante de un reloj miserable,
en las cadenas que me atan a este infierno,
y en las verdades que me escupen a la cara los escaparates.
Abrazado a una botella voy consumiendo mi tiempo,
y en el fondo a través del cristal todo se ve diferente,
y sentado en este portal veo pasar al rebaño,
que me mira con odio, con asco y desdén,
pensándose inmunes ante esta sociedad que nos devora sin piedad.
Abrazado a una botella,
veo pasar sentado en la calle mis días,
ya no me quedan más horizontes,
cambie por penas mis alegrías,
y sigo como un náufrago esperando renacer en una mirada.
Abrazado a una botella,
viajo hasta mi pueblo y imaginó aquellos campos verdes,
y siento el olor de la tierra mojada después de la lluvia,
y vuelvo a transitar por aquellos caminos de mi niñez,
y me dejo arrastrar por la nostalgia más allá de este cuerpo.
Abrazado a una botella,
voy descontando los minutos que me quedan,
y en un salto final desde el viaducto,
he decidido terminar con mi vida,
porque es la única posesión que me queda.
Abrazado a una botella,
veo pasar sentado en la calle mis días,
ya no me quedan más horizontes,
cambie por penas mis alegrías,
y sigo como un náufrago esperando renacer en una mirada.
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