En estas manos vacías ya no quedan caricias,
Estos ojos dejaron atrás su ceguera,
Esta boca ha dejado de ser muda,
Este corazón ya no se estremece por ti,
Y ya no arde como antaño de pasión en tu hoguera.
En que momento nos dejaron de importar las mañanas,
Y los días empezaron a repetirse de repente,
En un bucle incesante acompañado por la soledad,
Que encierran fríamente estas cuatro paredes.
Cruel frialdad que ocupa cada rincón de la casa,
El fuego se extinguió de repente, sin aviso,
El deseo se ausentó de nuestras miradas,
Y volvimos a ser de nuevo dos desconocidos.
Donde han quedado los días de vino y rosas,
El amor que más de una vez nos prometimos,
Que hicimos mal para perder nuestros sueños,
Y emprender un viaje en solitario hacia lo desconocido.
Hoy a penas pronunciamos nuestros nombres,
En esta guerra material sin cuartel para ver quien gana,
El y tu más se ha instalado en nuestras bocas,
Sin importar los momentos compartidos de nuestras vidas.
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