Alejo de mi la rutina de los días parecidos,
y aquí sentado frente al infierno abro
sus puertas,
miles de gritos atraviesan mi alma en
el abismo,
donde las palabras mueren con los
hechos que narran los druidas,
y las historias que contaban que veo
cada noche en mis sueños.
Al borde del precipicio y mirando de
frente a la locura,
veo la llanura extensa donde galopan
caballos blancos,
y dragones dorados dominan el cielo y
lo opacan,
mientras en el bosque se esconden las
ovejas con miedo,
temiendo ser devoradas por los demonios
que buscan su carne.
Me levanto a duras penas y camino
descalzo pisando las brasas,
por el pequeño sendero que hay entre
espinas y espinas,
y miro al final del paraje donde se
encuentra mi meta,
esa que ha de devolverme a la tierra
para volver a ser uno,
y volver a ser parte otra vez de la
cruel leyenda,
y así caer por siempre en el mas
absoluto y aterrarte olvido.
Las lenguas son puñales y cielo se
tiñe de color sangre,
sangre inocente que mancha las manos de
los que mandan,
la tierra entera arde en llamas por la
codicia humana,
el juicio final esta mas cerca y la
oscuridad bate sus alas negras,
mientras en un rincón llora el amor y
la inocencia,
el odio va levantando muros y poniendo
alambradas.
Divago mientras me ahogan el llanto y
las lagrimas,
quiero salir de aquí pero no encuentro
la puerta de salida,
no logro entender como he llegado de
nuevo ha este lugar,
y vuelvo a estar encadenado y soy de
nuevo esclavo de mis paranoias,
que van turbando mi mente y borrando mi
lucidez.
Busco en mi corazón la chispa
adecuada,
que me haga remontar el vuelo hacia la
razón,
y saque de mis venas el veneno de la
indiferencia,
que cada día me hace ver la vida con
tanta oscuridad,
matando lo que una vez fui y que muere
dentro de mi.
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