Una mirada furtiva que se cruza,
una sonrisa que abre la puerta,
unas palabras que invitan,
y la noche se enciende, y la noche
comienza.
Unos labios que se juntan con deseo,
unas manos que juegan nerviosas,
dos extraños comiéndose a besos,
a altas horas de la madrugada,
y tu me dices suavemente al oido,
vamos a tu casa o a mi casa.
Al deseo le sobra la ropa,
en una habitación apenas iluminada,
mientras los ojos devoran con fantasías,
la imaginación juega sus cartas.
Déjame vendarte los ojos,
y atarte a mi cama sin miedo,
que voy acariciarte con la lengua los
sentidos,
y a devorar cada centímetro de tu
cuerpo.
No te resistas y camina conmigo por el
infierno,
que enciende el tacto de mis dedos
entre tus muslos,
mientras te acaricio el alma entre
susurro y susurro,
para llevarte sin alas hasta el séptimo
cielo,
y para morir juntos abrasados por el
fuego.
Déjame poseerte mientras saboreo tus
senos,
en un baile interminable entre lo real
y lo etéreo,
que nos haga por esta noche a los dos
inmortales,
fundiendo tu cuerpo y el mío en un solo cuerpo.
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