Margaret sentía una opresión,
exhalaba sus últimos alientos,
reflejados en la pequeña ventana,
de su solitaria y oscura habitación.
Se evaporaban sus sueños,
y sólo se limitaba a pensar,
en lo fácil que le había regalado,
aquel pasaje a la pureza de su alma,
y una entrada a su tierno corazón.
Unos pasos dirigentes sujetaron el
arcaico pomo,
entro y se sentó en el extremo de la
cama, en silencio.
jugando conmigo al cruel juego de la
indiferencia,
sin importarle las heridas que hacia en
mi interior,
dejándome entender que todo era una
vil mentira.
lo peor de todo es que yo creí cada
una de sus palabras
mi voz sonaba entrecortada, repleta de
rabia, mientras mis lágrimas caían,
pero con ese toque de retención que
solo produce el orgullo,
de aquella que sabe que todo esta
apunto de llegar a su final.
¿Sabes porqué te he dejado?
yo me limitaba a observar la ventana,
esperando oír aquello que no quería
oír en silencio,
mientras el, seguía perfilando sus
palabras.
Te he dejado porque los hombres
cobardes tememos a las mujeres fuertes,
La misma rabia que invadía su interior
apareció en mí dejando huérfanas mis manos,
las lagrimas que brotaban de ambos eran
testigo de que su piel se estremecía sólo con verme,
pues yo era tormenta y la electricidad
recorría mis labios húmedos,
y de repente en mi ceso el dolor, pues
ya nadie podría hacerle daño a la chica de cabellos rizados.
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