Cuantos trenes me llevaron al olvido,
cuantos trenes me llevaron al dolor,
a un lugar entre infierno y el amor,
con huellas carmín y sabor a besos
perdidos, y a ese olor,
de esta soledad tan solitaria de noches
de colchón,
de lagrimas saladas en la almohada y de
penumbras en una habitación.
Cuantos trenes cogí pensando que eran
el ultimo,
cuantas estaciones con olor a perfume y
cuerpos perfectos,
cuantos bares con sabor a whisky rancio
y barato,
cuantos amores vividos que murieron en
silencio,
y en la eternidad del duelo que dura un
segundo.
Cuantos trenes con final en ninguna
parte,
con billete de ida y sin vuelta de
ningún lugar,
cuantos pasos de un cuerpo herido y
errante,
en un salto suicida sin principio ni
final,
en cada abrazo de esas sobrias y
fatales tardes,
que te hacen regresar al punto de
partida.
Cuantos trenes llenos de sueños
suicidas,
de ropa quitada con prisas y repartida
por el salón,
cuanto placer sangrando por las
heridas,
que dejan el destino, la pasión y la
ilusión,
a lo largo del cruel, duro y terrible
camino,
que te apuñala con saña y sin piedad
el corazón.
Cuantos trenes pasaron por mi vida,
mientras espero al ultimo sentado en la
estación,
con ilusión y sin prisas pasa ante mis
pupilas la magia,
mientras el destino me ofrece otro
billete al portador,
que lleva al lugar donde se complete mi
alma,
que lleva sin dudarlo donde nace para
siempre el amor.
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