Nunca fui tan malo, nunca fui tan
bueno,
intente saborear cada segundo con
pasión,
y a veces sin querer probé el veneno,
a solas conmigo encerrado en mi
habitación.
dando consuelo a mi corazón hundido y
mal herido,
entonando una triste canción de amor.
Nunca fui tan malo, nunca fui tan
bueno,
para negar sin condiciones mi
rendición,
reconociendo cada pecado que me
acercaba al infierno,
con cada momento de lujuria y de
pasión,
buscando quizás el cielo que lleva al
olvido,
jugando fuego, brasas, ceniza y dolor.
Nunca fui tan malo, nunca fui tan
bueno,
como para no saber a veces pedir
perdón,
con sangre en mis heridas y un baso de
alcor,
en las horas mas tristes que saben a
despedida,
en las noches solitarias que conducen
al abismo,
conduciendo mi cuerpo sin control y
saboreando el peligro.
Nunca fui tan malo, nunca fui tan
bueno,
en mi lucha diaria por levantarme y
volar,
de este suelo que me atrapa, me
encadena y me ata,
siempre manteniéndome en el mismo
lugar,
matando las horas que me apuñalan y me
matan,
desde mi infancia hasta mi aliento
final.
Nunca fui tan malo, nunca fui tan
bueno,
también aprendi a sonreír, a bailar y
a llorar,
en un intento acrobático de ser
perfecto, fui imperfecto,
buscando en cada poro de mi mismo la
dignidad,
que poco a poco me va llevando a ser
mas viejo,
en mi lucha cotidiana sin principio y
con final,
que me va dejando el alma en los huesos
y alguna cana demás.