Deje atrás las huellas que marcaban mi
camino,
abandone mi maltrecha y ajada
consciencia,
en un rincón de mi memoria deje los
recuerdos,
mientras mi corazón recogía flores
marchitas.
Tropecé de frente con la imagen de mi
mismo,
gritándole insultos fuertes y
dolorosos a mi alma,
mientras unos ojos me miraban y me
hacían un guiño,
y unas caderas le quitaban la libertad
a mis alas.
Hice malabares para mantenerme en pie,
aunque una y otra vez sin remedio
tropezaba,
miles de caras de mi presente y mi
ayer,
me miraban y sus maldiciones con odio
me lanzaban.
Me agache y cubrí mi piel con mis
pecados,
tendí mi mano lleno de dolor pidiendo
ayuda,
me refugie en la noche esperando que
llegara el olvido,
mientras del suelo sangrando por amor
me levantaba.
Llego la mañana gris, fría y con
lagrimas en mi cara,
caminando por inercia hacia un futuro
incierto,
tropezando una y otra vez en el camino
con las piedras,
que el destino y el amor ponían en mi
lecho.
Ande de puntillas por alambres con
espinos,
poniéndome los clavos de la cruz de mi
soledad,
encerrado en la húmeda y oscura
habitación,
que construí con las piedras que
recogí en mi corta vida.
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