Llegó la hora del dolor,
de los desgarros en el alma,
de las heridas en el corazón,
de la soledad envenenada.
Llegó la hora del sufrimiento,
de la casa fría, huérfana y vacía,
de tu ausencia en mi colchón,
de la oscuridad en las mañanas.
Llegó la hora de las lagrimas,
de los recuerdos ausentes,
de las verdades incomodas,
del cuchicheo y critica de la gente.
Llegó la hora del ya te lo dije,
de los consejos gratis y vacíos,
de las risas nerviosas y delirantes,
del fin de todos los sueños.
Llegó la hora de pulgar los pecados,
de pagar con creces la condena,
de ser el mas ciego de los ciegos,
de ver en otro ojo la mota ajena.
Llegó la hora de las horas
interminables,
de los desayunos y comidas en silencio,
de controlar las locas emociones,
de dejar que todo lo cure el tiempo.
Llegó la hora de dormir y no despertar,
de dejar atrás el pesado cuerpo,
de caminar hasta la eternidad,
de escribir el ultimo de mis versos.
Llegó la hora de saltar y volar,
para ser por siempre eterno.
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