Me deje miles de horas en el reloj,
y mi alma se la entregue al tiempo,
buscando mi camino y mi salvación,
para naufragar en el mar de tu cuerpo.
Destroce sin darme cuenta mi corazón,
lo intente pegar con pegamento de
sueños,
pero la cruel realidad me despertó,
al filo del precipicio de lo eterno.
Las palabras fueron puñales,
lanzados al centro de mis adentros,
dejando cicatrices incurables en mi
piel,
y mi alma agonizante en el lecho.
Nacieron de pronto los días
interminables,
las sobras del desamor oscurecieron el
sendero,
las lagrimas brotaron con algunas
canciones,
y la desesperación fue ocupando su
puesto.
La soledad me visito un día,
se coló sin oposición por el albero,
como condena me trajo la agonía,
arrancándome mis alas de nuevo.
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